Hay tantas y
tantas formas de expresar una misma experiencia, o idea, que dejamos a nuestro
subconsciente que elija las palabras, la estructura y la carga emocional para que
podamos acabar una frase o dos en un tiempo normal.
Si tuviéramos que
pensar qué palabras decir y cómo ordenar estas palabras en cada frase que
queremos comunicar, entonces tardaríamos demasiado tiempo.
Así, aunque
algunas veces pensamos qué y cómo se lo vamos a decir a alguien, la inmensa
mayoría de las conversaciones con los demás, y sobre TODO, con nosotros mismos
son de manera subconsciente.
Este hecho,
implica otros hechos que, muchas veces, significan un obstáculo en nuestro
desarrollo personal, o en nuestro libre potencial de sentirnos felices, plenos
con nosotros mismos y con lo que nos rodea.
Es por todo ello
que el optimismo, el positivismo elegido consciente o subconscientemente,
aporta a quien lo practica un beneficioso acercamiento a este sentimiento
prolongado de felicidad. Una vida feliz es la suma de muchos días felices.
No hace falta ser
especialista, ni psicólogo ni aprender teorías revolucionarias.
Es tan sencillo
como elegir una opción de entre un puñado de opciones.
¿Cómo saber cuál es la mejor opción?
No siempre podemos
conocer la mejor opción. Cada opción tiene unas pequeñas implicaciones. Es la
suma de muchas de nuestras decisiones pasadas la que determina nuestro
presente, nuestro estado de ánimo presente.
Es como si una vez
al día decidimos ser antipáticos con una persona cualquiera, y el resto de
veces decidimos ser simpáticos con todos nuestros conocidos.
Lo importante es
la suma de la mayoría de decisiones que tomamos.
Lo que hacemos es
lo que somos. Y si somos simpáticos es porque la mayoría de la veces lo hemos
sido, aunque alguna vez no.
¿Cómo aplicar a tiempo la opción más beneficiosa?
Cuanto tiempo
tardarías en aplicar el ejemplo anterior. Es decir, si eres una persona muy
simpática lo difícil para ti será ser antipática una vez al día. O por el
contrario, si eres una persona antipática, lo difícil será ser simpática la
mayoría de las veces.
Aplicarlo al
optimismo es exactamente igual.
Lo difícil es ser
consciente antes de actuar. Las primeras veces, seremos conscientes después de
haber actuado. Nos acordaremos después de haberlo hecho, pero en pocos días,
seremos conscientes ANTES de actuar, y así, actuaremos tal y como hemos
deseado.
Así se programa el
subconsciente, con HECHOS. Si hacemos 100 veces algo, se programa, nos
reprogramamos. Es simple, algo tedioso, pero muy efectivo.
Las palabras son
la forma más utilizada de describir situaciones presentes, por ejemplo cuando
me digo a mi mismo:
"¿Qué ha pasado cuando he ido a
hablar con esta chica? Y me respondo: "Pues que he ido y no me ha
hecho mucho caso." Estas palabras y su carga emocional se guardarán en
nuestra memoria.
Alguien podría haberse respondido: “Pues que he ido, y como siempre, no me ha hecho nada de caso. No sé para
qué voy, si siempre me ignoran. Soy un inútil.”
U otra persona responderse: “He ido con la seguridad de que me haga o no me haga caso, mi intención
es pasar un momento agradable con estas personas.” Experiencia de la cuál
muchas veces podemos extraer buenos momentos o aprender algo útil, o compartir
algo nuestro.
Cuando recordamos
o hablamos de algo ocurrido, utilizamos una herramienta para visualizar esta
experiencia (la imaginación) y otra herramienta para explicar esta
visualización, el lenguaje.
Las palabras son
hechos para el subconsciente.
Por ello, las
palabras programan a nuestro subconsciente. Si alguien te dice:
“No te quiero. “ o
“Es mentira lo que
te dije.” o
“Te quiero mucho.”
Esos ejemplos son
hechos para nuestro cerebro, y reacciona ante esas pocas palabras como si nos
pegasen una bofetada, o como si nos diesen un beso apasionado.
Dicho de otra
forma, la elección de determinadas palabras, es la manera de almacenar la
interpretación de esa experiencia, y el subconsciente así lo guarda para el
futuro.
Al mismo tiempo
que el lenguaje es la forma de expresar un recuerdo.
Por ejemplo:
"Qué tonto/a, no sabes hacer un
sudoku."
"Eres un/a inútil, no vales para
nada."
"No te enteras, eh! Pareces
tonto/a."
"No llores, eso no es de hombres."
"Para qué voy a ir, no me van a hacer
caso."
"He fracasado, no valgo para nada."
“No voy a ser capaz, casi nunca lo he sido...”
“No le voy a pedir salir a esta persona,
siempre me han dicho que no.”
– LAS CREENCIAS –
Cuando dices 100
veces: "No valgo para nada" tu cerebro reacciona con una emoción
negativa cien veces, y tu subconsciente guarda esta carga emocional en las
conexiones entre tus neuronas, convirtiéndolo en un recuerdo y en una respuesta
automática para futuras experiencias similares, gracias a la plasticidad del
cerebro.
Siendo exagerado,
a las 101 veces lo conviertes en una creencia. En algo que das por sentado y a
lo que reaccionas subconscientemente.
Y así, con el 90%
de decisiones que hemos tomado un día cualquiera. Son respuestas automáticas
antes programadas, sin saber que cuando programábamos aquello lo estábamos
programando bien para ese contexto, pero algunas veces será incompatible para
contextos futuros.
Por ejemplo,
cuando programabas ser una persona perezosa en tu niñez o adolescencia no
sabías que sería incompatible con ser una persona productiva en tu vida adulta.
Al final, sanamente nos vamos reprogramando muchas creencias, otras no.
Las creencias
influyen en la forma comunicarnos con los demás y con nosotros mismos. Nuestra
forma de hablar y gesticular indica nuestro estado de ánimo, porque viene del
subconsciente, y el subconsciente determina nuestra personalidad.
– IDENTIFICAR CREENCIAS –
Para saber qué es
lo que somos, hemos de analizar lo que hacemos.
Un ejemplo,
¿Por qué empleo yo energía en escribir
este texto?
¿Por qué empleas energía en leer este
texto? ¿Por qué crees que hay que leer? ¿Por qué crees que hay que leer sobre
psicología, o sobre la actualidad, o por qué crees que debes leer las noticias,
o ¿por qué crees que no debes ver las noticias de la televisión?
No podemos conocer
todo nuestro subconsciente, porque no podemos reproducir todas las respuestas
automáticas guardadas en él, de cada experiencia vivida.
Sí podemos
recordar cómo hemos reaccionado ante una situación cualquiera.
O cómo
reaccionamos ante el mismo problema, que nunca logramos resolver.
Antes de
identificar creencias, hemos de saber definir una creencia.
¿Qué es una creencia?
Una creencia, un
programa del subconsciente, una respuesta automática, tiene determinadas
características:
Es un impulso,
una reacción para hacer algo. No sólo un pensamiento.
La función del
subconsciente es REACCIONAR, no es pensar.
Una creencia no
es un instinto. Aunque se parecen, no podemos reprogramar los instintos, sí
las creencias.
Nuestra personalidad
está basada en creencias duraderas en el tiempo. Es decir, las creencias
programadas son las responsables de nuestra personalidad, de nuestras
reacciones. No obstante, podemos ser impredecibles ante determinadas y pocas
situaciones, estaremos libres de creencias.
Las creencias sobre una misma situación pueden
cambiar en el tiempo. Esto suele ocurrir de manera natural al aprender nuevas cosas sobre esa experiencia, por
ejemplo, cuando aprendemos cosas sobre el amor, sobre la amistad o la política,
lo normal es que las respuestas automáticas vayan cambiando.
Ejemplos de creencias:
¿Por qué crees que debes dejar de
fumar? o ¿Por qué crees de no debes fumar?
¿Por qué crees que es mejor ser persona
una persona tolerante? o ¿Por qué crees que debes ser poco tolerante, que debes
imponer tu forma de hacer las cosas?
¿Por qué crees que debes ser
responsable? o por el contrario, ¿por qué crees que es mejor actuar para
satisfacer tu ego, que para fomentar el compromiso?
¿Por qué crees que existe algún dios?
¿Por qué crees que no existe ningún dios?
Hay tantas
creencias como aspectos de la personalidad, desde el uso de la mentira al
deporte, o desde ser tacaño a hasta al altruismo. Nuestra personalidad refleja
nuestras creencias, y podemos cambiar nuestra personalidad con solo ser
conscientes de las creencias que nos llevan a actuar así.
Desde niños, nos
hemos ido programando.
Además, a lo largo
del tiempo, también nos hemos ido programando sin borrar antiguas creencias, y
cuya duplicidad nos crea respuestas incoherentes, contrarias. Como si
tuviésemos dos personalidades, dos formas de actuar; tenemos dos creencias distintas
sobre un mismo hecho.
La facultad de
identificar creencias y cambiarlas es una herramienta que no sólo permite
hacernos más felices, sino que permite dirigir nuestro presente a cualquier
casi destino, incluyendo una vida dedicada a nuestra vocación.
BIBLIOGRAFÍA:
- PNL para todos: el modelo de la excelencia - Jazmín Sambrano
- El psíquico práctico - John Frienlander y Cynthia Pearson